Sucedió hace 27 años, un nueve de octubre de 1991. San Luis Potosí se convulsionaba por un conflicto postelectoral. Se habían celebrado elecciones el 18 de agosto. Se enfrentaron por la gubernatura Fausto Zapata Loredo, del PRI, y Salvador Nava Martínez, de la Coalición Democrática Potosina.

El triunfo fue para el candidato del PRI, pero Nava y sus seguidores no reconocieron al ganador, denunciaron fraude y acusaron a Zapata de “usurpador”. Los navistas iniciaron entonces acciones de resistencia civil dando vida a uno de los capítulos más notables de nuestra vida política. Se afianzó en aquella época la estrategia de provocar conflictos postelectorales como vía alterna, no institucional, para doblegar al sistema político cuando las elecciones eran tachadas de fraudulentas.

Desde el 25 de agosto de aquel año las protestas en las calles y plazas públicas comenzaron. Mítines, marchas silenciosas, plantones, bloqueos a Palacio de gobierno, jornadas de ayuno y oración más incendiarios discursos de los líderes navistas fueron creando una atmósfera de ingobernabilidad.

El conflicto postelectoral escaló hasta los cielos convirtiéndose en un tema de la agenda política nacional del que no pudo librarse el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari.

Los navistas no quisieron acudir a los tribunales para enmendar el “fraude” y exigieron al presidente de la república su intervención para resolver, por la vía política, el conflicto que para entonces ya había desquiciado la gobernabilidad del estado.

Salinas cedió y Fausto Zapata fue defenestrado. Apenas duró 14 días como gobernador.
Fue un 9 de octubre de 1991, a las 9 de la noche, cuando Teófilo Torres Corzo, líder del Congreso local, anunciaba en rueda de prensa que Fausto Zapata había renunciado a la gubernatura. Se procedió entonces a nombrar a un gobernador interino. Gonzalo Martínez Corbalá fue el elegido.
La estrategia de resistencia civil y el conflicto postelectoral habían triunfado. Los priistas quedaron tremendamente agraviados por la decisión de Carlos Salinas de Gortari.

Otros casos a nivel municipal.
En aquel emblemático año de 1991 ocurrieron también dos casos atípicos de rebelión ciudadana y conflicto postelectoral que retaron con éxito al autoritarismo del sistema político imperante. Las hazañas cívicas ocurrieron en Cárdenas y Tamazunchale.

El PRI había impuesto candidatos a presidentes municipales en aquellos municipios. Ante el atropello surgieron dos candidatos “independientes” de fuerte raíz priista que habían sido excluidos. Fuertemente respaldados por los ciudadanos de sus municipios decidieron enfrentar la antidemocracia compitiendo como “candidatos no registrados”. La legislación electoral de aquel entonces permitía que en la boleta apareciera un espacio para que se pudiera votar por estos candidatos.

Fue así que el doctor Amonario Díaz de León, en Cárdenas, dio la batalla por la alcaldía de su querido pueblo. Era tan apreciado y popular en su terruño que el galeno que le dio una arrastrada al candidato oficial del PRI.

Al mismo tiempo y encabezando un movimiento popular de resistencia civil en Tamazunchale, contendió por la presidencia municipal Tatiano Pérez Olvera, priista rebelde que utilizó engomados con su nombre que fueron pegados en la boleta electoral logrando ganar de manera apabullante al candidato del PRI con 11,407 votos a su favor.

En ambos casos la autoridad electoral no reconoció estos triunfos provocando con ello conflictos postelectorales que derivaron en inestabilidad social y perdida de la gobernabilidad.

Ante el caos que se provocó por esta injusticia, el Congreso del Estado se vio obligado a declarar la ingobernabilidad en estos municipios y convocó a elecciones extraordinarias. Para competir en la nueva elección y en un alarde de pragmatismo el PRI postuló a Don Amonario Díaz de León y a Tatiano Pérez Olvera (Cárdenas y Tamazunchale respectivamente) como sus candidatos. Sobra decir que ambos ganaron de manera categórica. La resistencia civil y el conflicto postelectoral volvieron a triunfar.

La historia se repite.
A 27 años de los sucesos aquí relatados pareciera que la historia se repite, aunque con matices y actores diferentes. Otra vez Tamazunchale es protagonista de la historia. Nuevamente hay riesgos de ingobernabilidad y de que el conflicto postelectoral renazca en aquel municipio.

La comedia de enredos que hemos visto en la elección municipal de este lugar nos muestra que las elecciones siguen siendo pervertidas por prácticas irregulares que van desde la compra del voto, la intervención ilegal de los gobiernos municipal y estatal, pasando por la incapacidad de la autoridad electoral para ejercer como árbitro.

En política lo que parece es, por ello resulta difícil entender, por ejemplo, la imprudencia cometida por el secretario privado del gobernador, Edmundo Torrescano al haber actuado como representante del PRI (¿O tal vez del gobernador?) en el conflicto que se está dando entre PAN y PRI por Tamazunchale. El joven priista y su jefe ignoraron la enseñanza de Don Jesús Reyes Heroles que instruye: “en política, la forma es fondo”.

Y qué decir de las pifias cometidas por el CEEPC, máxima autoridad electoral en el estado, cuando manoseó y erró de tal forma en la calificación de esta elección que sembró el sospechosismo. Primero dieron el triunfo al PRI y luego admitieron que se equivocaron en el recuento de votos y le otorgaron el gane al PAN.

Y como cereza del pastel ocurrió que el Tribunal Estatal Electoral dictó la anulación de cuatro casillas al dar valor probatorio a una sospechosa acta notarial en la que presuntamente se dio fe de haber observado compra de votos. Esto provocó que finalmente hubiera una nueva reasignación del triunfo que favoreció al PRI. Más leña al fuego.

En Tamazunchale se está formando la tormenta perfecta. El resultado final es de pronóstico reservado. Creo que se está subestimado la capacidad de rebelión y resistencia de una buena parte de los ciudadanos de este municipio.