-La desgracia que dijeron iba a pasar

Dicen que dijeron que esta historia que pareciera ser real, ocurrió en un pueblo de este país, que así se la contaron a Gabriel García Márquez, que a su vez se la contó a sus amigos y éstos a otros y a otros, hasta que se convirtió en noticia de primera plana de un diario.
Nepomuceno saltó de la cama con la mejor disposición de ganar un buen dinero, como siempre, en una mesa de billar. Ya pasaba del medio día en ese pueblo de somnolencia. Saludó a su madre quien mostraba un rostro de preocupación.
-¿Y esa cara?, preguntó.
-Soñé cosas feas, yo creo que va a pasar una desgracia, dijo la anciana.
Luego de atragantarse con un revoltijo de frijoles con chorizo y un jarro de café, Nepomuceno salió jubiloso hacia su fuente de trabajo: el billar. No acertó una sola carambola, insólito; perdió el primer juego, el segundo, uno más, ya iba por la quinta derrota cuando tiró el taco.
-¿Pues qué te pasa?, le preguntó su amigo Asdrúbal, su rival en el juego.
- Mi mamá bien lo dijo, que iba a ocurrir una desgracia y pasó.
Asdrúbal recordó que su mujer le había encargado medio kilo de cocido para hacer un caldo; cavilaba rumbo a la carnicería por el dicho de Nepomuceno, muy serio se plantó frente al carnicero y pidió kilo y medio del producto.
-¿Y hora tú, por qué tanta carne?, inquirió el tablajero.
-Es que no tarda en pasar una desgracia, respondió con mucha más seriedad Asdrúbal.
Más clientes llegaron al expendio de tasajos y vieron apesadumbrado al dueño del negocio: lleven más carne, porque sabe Dios que vaya a pasar con este pueblo en unos minutos. Le creyeron y no solamente compraron carne, fueron y se proveyeron de todos los víveres necesarios para enfrentar una catástrofe.
En unas horas el pueblo estaba convulsionado por la noticia que se transmitió de boca en boca. No faltó quien gritara: yo me voy y me llevo a mi familia. Y aquello fue el éxodo.
Un anciano sentenció que era el apocalipsis, empapó un trapo con gasolina, le prendió fuego, lo lanzó hacia su casa, subió a su automóvil y huyó rumbo hacia donde el sol se ocultaba.
Y todas las casas ardieron.
Nepomuceno y su madre, miraron hacia atrás, a ese pueblo que apenas unas horas antes era toda quietud, tranquilidad.
-Tenía razón, mamá, iba a pasar una tragedia y pasó.
Un reportero escuchó aquella historia, la llevó a la redacción se la contó a su jefe –no vaya a ser que nos la gane la competencia, hay que publicarla- no había fotografías y se les ocurrió sacar gráficas de archivo “de algo parecido”
TRAGEDIA ANUNCIADA ARDIÓ UN PUEBLO, el cabezal de primera plana.
-¿Qué, quién, dónde, cuándo…? ¿Dónde quedó el rigor periodístico? Eso no importó.
Cualquier parecido con la realidad…